Te voy a contar mi historia y quizá hayas experimentado una historia parecida. Tal vez te ha costado superar ciertos bloqueos o momentos difíciles de tu vida. Cuando era una niña de 6 años escuchaba y veía a mis padres discutir y pelear, ambos eran violentos y se agredían. Mi papá tomaba alcohol y eso no ayudaba en nada por el contrario hacia que todo se detonara en discusiones y agresión.
En mi caso, tenía 2 heridas muy claras que he ido trabajando y hasta el día de hoy continúo sanando, las heridas de rechazo y humillación. Durante la primaria de los 6 a los 11 años fui testigo de esos exabruptos. Sentía el enojo y frustración y carencias de mis padres. Mi papá fue educado con golpes y amenazas de manera que así lo hizo con nosotros, y por otro lado mi mamá estuvo un tiempo de su infancia en un orfanato por lo que ella también creció con necesidades emocionales no cubiertas y con una herida de abandono muy marcada en su vida. A los 9 años me convertí en la mediadora entre mis papas. Y defensora de mi mamá y de mis hermanos.
Todo esto contribuyó a que fuera una persona tremendamente insegura que no sabía cuál era un lugar seguro y confiable en este mundo. Pues tenia que mantener una imagen con los demás tanto en la escuela como con los demás familiares o amigos. Sentía una gran responsabilidad de apoyar a mi familia y aunque quería a mis padres no me sentía segura ni en mi propia casa. Cualquier cosa podía encender el enojo y desencadenar una trifulca en donde nos veíamos envueltos en un caos. Esto se repetía constantemente había momentos de gran angustia y confusión porque al llegar la semana e ir a la escuela aparentemente no pasaba nada y tampoco había la posibilidad de hablarlo con algún terapeuta o persona que nos pudiera apoyar a entender y asimilar todo esto.
Ahora que reflexiono sobre ello también me hago consciente de que siempre había tenido una vida de mucha escasez. Y precisamente, éste era uno de mis bloqueos. Imagínate estar escuchando a tus padres que batallaban para pagar colegiaturas, casa y demás.
Además, a nivel interno tenía una sensación de “No sé quién soy” o no saber “En quién confío”, ¿o que merecía? Todo esto contribuía a que tuviera baja autoestima, poca confianza en mí misma.
Más adelante, cuando tocó escoger mis estudios universitarios, no estudie una carrera por vocación, sino más bien por ir a la segura. Por encontrar una supuesta seguridad. En lugar de estudiar una licenciatura elegí una carrera técnica cómo educadora. Algo que me permitiera ganar un sueldo y que no tuviera nada que ver con las matemáticas que ya me había hecho a la idea que yo no entendía nada y no era capaz de aprender. Buscaba algo sencillo y fácil pues no me sentía con confianza en mí para aprender. Me sentía en cierto modo la oveja negra de la familia por haber reprobado matemáticas en los años de secundaria. A un nivel profundo me sentía muy poco apoyada. Sentía que no era merecedora de estudiar en una universidad y estudiar una carrera y tener amigos ahí, y aprender y tener los recursos propios y de mis padres para sostener esos años de crecimiento ahí. De hecho, hasta el momento en que termine la licenciatura de Pedagogía años después sólo había tenido oportunidad de trabajar en escuelas particulares ganando un salario mínimo.
Incluso después de haber acabado la carrera que me financie a mi misma, cuando cambie de giro y me fui a un banco al área de recursos humanos no me creía capaz, me comparaba y me juzgaba todo el tiempo, me exigía y eso creaba unas ganas de salir corriendo del trabajo y no querer regresar.
Todo esto hacía que muy en el fondo me avergonzara un poco de mí misma. Y, de hecho, toda esta sensación de escasez continuó hasta bien entrados los 30. Tenía la creencia de que “Yo no tenía la capacidad de ser, hacer y tener lo que quisiera.” Miraba a otros y me decía: ellos tienen buenas carreras, ganan más, son dueños de sus empresas, tienen la libertad que quieren, una relación de pareja integrada. Y yo no tengo nada de esto. ¿Por qué?
